Día Internacional contra el Cambio Climático: cómo la vitivinicultura puede contribuir a mitigar sus efectos

vid

El 24 de octubre se conmemora el Día Internacional contra el Cambio Climático, una fecha dedicada a concientizar sobre los efectos negativos de este fenómeno y promover la adopción de políticas y acciones para mitigarlo. Los impactos del cambio climático son una realidad en todo el mundo y la vitivinicultura no es ajena a este nuevo escenario.

Miguel A. Torres, presidente de la prestigiosa bodega española Familia Torres, escribió recientemente en Time que “2l cambio climático podría ser la filoxera del siglo XXI si no actuamos de manera inmediata, colaborativa y creativa”.

Afortunadamente, el vino está mostrando —antes que muchas otras industrias— cómo el cambio climático afecta nuestra forma de producir y consumir. Las bodegas se adaptan a esta realidad incorporando medidas para mitigar sus efectos: los productores buscan cultivar en zonas más altas y con varietales más resistentes al calor y la sequía; aplican agricultura regenerativa para cuidar el suelo, respetando la flora y fauna autóctonas; y adoptan energías renovables, además de reducir el peso de las botellas para disminuir su huella de carbono.

¿Cómo se adapta la industria vitivinícola argentina?

Viñedos orgánicos

Un viñedo orgánico tiene una relación directa con el cambio climático, tanto en términos de mitigación como de adaptación. Al evitar el uso de fertilizantes y pesticidas sintéticos, se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a su producción y transporte, al tiempo que se fomenta la biodiversidad del suelo, que puede retener carbono y mejorar la capacidad del viñedo para enfrentar fenómenos climáticos extremos como sequías o lluvias irregulares.

La gestión orgánica también favorece la conservación del agua, ya que la cobertura vegetal y la materia orgánica aumentan la retención de humedad, reduciendo la necesidad de riego en regiones afectadas por estrés hídrico. En conjunto, los viñedos orgánicos no solo buscan producir vino de manera más sostenible, sino que representan un enfoque proactivo frente al cambio climático, contribuyendo a reducir impactos negativos y fomentando la regeneración del ecosistema.

En Argentina, la superficie de vid orgánica cosechada en 2024 alcanzó las 9.701 hectáreas, lo que representa el 11,3 % del total de cultivos orgánicos del país. Si bien aún hay mucho camino por recorrer, la tendencia de la última década muestra un crecimiento del 184,7 % en la superficie de viñedos orgánicos y un interés creciente por los productos sustentables.

Eficiencia energética

Según el Observatorio Vitivinícola Argentino, el sector vitivinícola nacional se encuentra en plena transición hacia una producción más sostenible en materia de eficiencia energética. Dada la alta dependencia del país de los combustibles fósiles para la generación eléctrica, el consumo energético en viñedos y bodegas se identifica como un factor clave para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Las bodegas han comenzado a implementar planes integrales que incluyen el registro de consumos, la medición de indicadores (como kWh por litro de vino), metas de reducción y renovación tecnológica —LED, sensores y temporizadores— en procesos críticos como refrigeración, fermentación e iluminación.

En el ámbito agrícola, la viticultura también adopta prácticas más eficientes: riego por goteo, optimización del uso de maquinaria, fertirrigación, compostaje de residuos y energía solar para bombeo de agua son algunas de las medidas destacadas. Además, se utilizan instrumentos de mercado como los Certificados de Energía Renovable (REC), Garantías de Origen y créditos de carbono para respaldar la transición hacia energías limpias.

Viñedos de altura

Debido a la geografía argentina, los viñedos de altura no son ninguna novedad, y el camino ya recorrido representa una ventaja al pensar en nuevos terruños mejor adaptados a los efectos del cambio climático.

En Argentina, comúnmente se define como “vino de altura” a aquel elaborado con uvas cosechadas a más de 1.000 metros sobre el nivel del mar, y se habla de “extrema altura” cuando la producción supera los 1.500 metros.

En Mendoza, algunas de las zonas más destacadas son Paraje Altamira (1.000 m s. n. m.), Gualtallary (1.300 m s. n. m.) y Los Chacayes (1.500 m s. n. m.). En Salta, localidades como Cafayate, Molinos y San Carlos también se caracterizan por sus viñedos de altura, donde incluso se pueden encontrar cultivos que superan los 3.000 metros.

El podio que históricamente tuvo Salta con los viñedos más altos de América ha sido recientemente desplazado por Jujuy: actualmente, los viñedos más altos del país se encuentran en esta provincia, específicamente en las Viñas de Uquía (Quebrada de Humahuaca), que alcanza los 3.329 metros sobre el nivel del mar.

Catamarca y San Juan, con zonas como Tinogasta, Fiambalá y el Valle del Pedernal, respectivamente, también ofrecen condiciones que ayudan a mitigar los efectos del cambio climático mediante el cultivo en altura.

Conclusión

Estas acciones enfocadas en reducir la huella ambiental son un testimonio sólido de la resiliencia de la industria vitivinícola argentina y resultan clave para enfrentar los desafíos del cambio climático, permitiendo que la producción y la conservación ambiental avancen de la mano.

Más información del Observatorio Vitivinícola Argentino en: https://www.observatoriova.com/2024/06/el-futuro-verde-de-la-viticultura

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